Por Yuri Pitti
El otro domingo, por cuestiones del destino, quedé inmersa en una reunión de amigas que se disponía a migrar de masetero al menos una veintena de plantas; todo a razón de que una se había casado recientemente y estaba decorando su nuevo hogar. Este episodio me agarró en un fin de semana de esos en que una está pensativa, y cuando terminó el día lo agradecí, porque ya estaba olvidando lo mucho que uno aprende de la jardinería.
Por eso no quería dejar de escribir algunas de las reflexiones de ese día, algunas surgieron en las conversaciones entre las cuatro y otras, me devinieron en los días siguientes. Y por supuesto, compartirlo en Palabras Poderosxs, porque ese día pensé mucho en las personas que amo y en la necesidad de replant(e)arnos que hemos venido teniendo en estos año, y que nos han llevado a distintos destinos.

Replant(e)arse, como quien a propósito dice mal la cosa, porque a veces una o varias lenguas enredadas, terminan por brindarnos bonitas ideas para escribir. Así que, aquí vamos.
Primero, como el sol a las plantas, el cariño en exceso hace daño, pero sin él no somos nada. Encontrar el punto de equilibrio exacto – sea de sol o cariño – es un misterio; y tenemos que soltar al otro un poco al sol o a la oscuridad, por mucho temor que nos dé, y volver a él/ella cuando sea necesario, una y otra vez, hasta descubrirle – descubrirnos – a salvo.
Segundo, tendremos que estar dispuestos a plantar muchas plantas. Preparados para ver algunas morir, y también, para ver algunas florecer; dispuestos a aceptar a las plantas que serán pequeñas, y también a las que serán grandes y frondosas. Tendremos que encontrar el lugar exacto para cada una, y a veces – no importa el sitio dónde las pongamos – su siembra no será exitosa. Entonces tendremos que ser capaces de voltear la mirada hacia otras plantas.
Tercero, cuando se trasplanta una planta, nunca le quitamos toda la tierra que tenía en el otro pote. A veces es bueno dejarle un poco, porque le ayudará a crecer y adaptarse en su nuevo sitio. Eso me hizo pensar en que siempre llevamos un poquito de tierra pegada en nuestras raíces, y de hecho es bueno, no importa si nos vamos a otro sitio/macetero, con otras personas, con otros sueños. Extrañar el macetero anterior está permitido, llevarse un poquito de tierra en las raíces para extrañarlo menos, también.

Cuarto, como las suculentas debemos saber que vamos dejando en el camino hojitas, tallitos y semillitas, listas para crecer en otros maseteros. Y será momento de aventurarnos a compartirlas con otras personas, pero también con otra tierra, con otros soles y con otras lluvias. Y seguirán siendo parte de nosotras siempre, pero también serán otras y eso está bien.
Quinto, ese día había dos plantas absolutamente diferentes sembradas en un mismo masetero, a ellas no las replantaron. Tenían una misma masa de tierra pegada a sus raíces, que también se aferraban entre sí con la fuerza de cada una y por las puras ganas de estar unidas, sin mayor explicación posible, y contra todo pronóstico. Y entonces pensé que habrán plantas, que querrán cambiarse de casa, de dueño, de tiempos…pero siempre en el mismo macetero, y está bien.
Sin más agradezco este momento, porque me hizo pensar y replant(e)arme mucho. Entre ellas el cariño que tengo por mis amigas, mis hermanas y mis sobrinos, que son todas plantas diferentes, con distinta tierra, sol, lluvia y raíces. Cerca o a la distancia, siempre conmigo y yo con ellos/as; aunque la vida nos cambie de macetero.
PD. Gracias a Andrea Serrut por las fotos de sus planthijas, ya replant(e)adas.
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