Por Claudia Melissa

Durante estos días resuena: ¡ahora que estamos juntas, ahora que si nos ven! ¿Pero a quienes estamos viendo?
¿acaso vemos a Las mujeres con discapacidad, las mujeres indígenas, las mujeres negras, las mujeres migrantes, las mujeres trans, las mujeres trabajadoras sexuales?
No, a ellas no las vemos. Los carteles donde evocan todas las supuestas virtudes con carácter celestial femeninas son por lo general mujeres blancas y delgadas. Las voceras y las expertas son mujeres con un poco más de privilegios, los cuales les han permitido ser quienes organicen, quienes hablen, quienes unifiquen nuestras luchas.
Durante años desde las corrientes del feminismo popular y el feminismo decolonial, se ha denunciado la falsa idea de una lucha común del feminismo hegemónico, donde se cree que las mujeres somos un grupo homogéneo cuya única opresión es la del género. Sin embargo, nosotras habitando el sur global somos el más claro ejemplo que estamos muy distantes de tener las mismas opresiones.
Testimonio:
Les presentamos a Andrea Orozco, es colombiana, licenciada en comunicación, deportista de judo y activista feminista. Con esta introducción, se describe a una mujer “normal” dentro de los lineamientos de una sociedad extremadamente capacitista. Sin embargo, Andrea también es, una mujer ciega, una mujer con discapacidad; Lo cual ha significado múltiples barreras en su vida, no por su discapacidad, sino por una sociedad no accesible, capacitista y machista.
“La búsqueda de empleo para mí, en Colombia, ha sido muy difícil. Te aceptan la hoja de vida, dicen que todo excelente, pero también te dicen que voy a hacer con usted, no tenemos las condiciones adecuadas para usted aquí”, destaca Orosco, mientras cuenta otras vivencias con una forma de expresarse fuerte y enfática.
Andrea revela, que los estigmas que pesan sobre las personas con discapacidad, están casi siempre presentes. Bajo la errónea idea de que necesitan ser cuidados/as, que sin ayuda de otras personas no pueden desarrollarse correctamente en un espacio laboral. Ideas que han sido creadas por la sociedad y se han mantenido pese a los intentos de crear espacios inclusivos, (aclaremos que el término inclusivo es cuestionable).
Contexto global:
El 14.7% de la población total de América Latina y el Caribe vive con alguna discapacidad de acuerdo con datos del Banco Mundial. Pero las cifras en empleabilidad continúan siendo bajas, en el mismo informe, se revela que 1 de cada 2 personas con discapacidad no pueden acceder a un empleo. Mientras que el 67% de las mujeres con discapacidad que se encuentran en edad laboral están inactivas.
Según recalca nuestra invitada, en algunos empleos, les hacen propuestas fuera de contexto a las mujeres con discapacidad, cuando les dicen que deben ser más cariñosas con sus jefes; lo que conlleva a ser vistas como objetos de diversión y que están en un lugar de indefensión, por lo que pueden ser utilizadas como objetos sexuales, indica Andrea.
Las mujeres con discapacidad en especial están expuestas a un sin número de violencias, que no han sido visibilizadas, desde sus propios cuidadores en el caso de las mujeres con condición de discapacidad que lo requieren, hasta en sus empleos, se reafirma constantemente la idea de que no son capaces de tomar decisiones, de construir proyectos de vida o de defenderse y dar su consentimiento sexual. Esto se agrava por el nulo o poco conocimiento en materia de educación sexual integral y prevención de violencias, ya que hay un estigma que infantiliza a las mujeres con discapacidad y muchas de ellas enfrentan una sobreprotección que las aleja de contar con las herramientas necesarias para actuar frente a las violencias.
Andrea, entrena a diario judo, pero los apoyos de las federaciones han sido solo para el equipo masculino, porque de acuerdo con los organizadores, son quienes más venden boletos a las competencias. Esta desigualdad de la participación de las mujeres ocurre en todos los deportes a nivel mundial, pero se agrava aún más, en el caso de las deportistas que viven con alguna discapacidad. Sin embargo, en esta ocasión la desigualdad no se refiere a la representación, sino a la infantilización, a la hipersexualización y a la sexualización de las corporalidades de las mujeres con discapacidad, en especial, durante las competencias mundiales y altamente mediáticas.
La infantilización de las mujeres con discapacidad esta arraigada en la sociedad. Andrea manifiesta que durante su trabajo en una fundación con personas con discapacidad ha podido observar como a muchas niñas y mujeres con discapacidad, se les enseña que la única realización en su vida es cuidar; incluso, si no las educan para ser independientes.
Lo que nos recuerda que las mujeres con discapacidad también son cuidadoras. Pese a que muchas veces se les niegue el derecho a la autonomía, la cual implica la posibilidad de decidir si quieren o no tener hijos, si desean tener una vida sexual activa, si desean tener parejas bajo sus propios deseos. El mandato del cuidado si se les impone, aun cuando ni ellas mismas estén conscientes de su propio cuidado, manifiesta Andrea.
Las mujeres con discapacidad siguen siendo olvidadas no solo por el sistema sino hasta por el propio feminismo que insiste en ser hegemónico, olvidándose de las interseccionalidades y de la diversidad de mujeres que existen, que luchan frente a un sinfín de opresiones que desde el privilegio es muy fácil ignorar.
La intención de esta nota es una invitación a cuestionarnos ¿Qué estamos construyendo como feministas del sur global? ¿Quiénes están siendo visibles? ¿Estamos perpetuando un feminismo hegemónico? ¿Seguiremos dejando atrás a las que no pueden poner el cuerpo? Estas preguntas se quedan pendientes de resolver en colectivo, pero señalamos que el colectivo debe ser diverso. Donde todas quepamos y nos sintamos parte de esta conversación.
También, es una invitación para que de ahora en adelante nuestras prácticas sean anticapacitistas, decoloniales, transincluyentes y antirracistas; con la guía y camaradería de aquellas mujeres que tienen voz, que conocen sus opresiones y que han estado olvidadas, pero no por mucho Más tiempo, si todas nos disponemos a escuchar, a acompañar y a abrir espacios a las mujeres que vemos como las diferentes, las aisladas, las olvidadas.
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